jueves, 12 de mayo de 2016

CARROS DE FUEGO


Sin duda estamos ante la película más emblemática y premiada que tiene como temática el mundo del atletismo. Por ello tiene una legión de admiradores, pero también una buena cantidad de detractores. Estoy más con los primeros que con los segundos, pero pienso que está algo sobrevalorada.

“Charriots of Fire” nos describe la preparación y actuación de los atletas británicos en las Olimpiadas de París de 1.924. Se estrenó en 1.981 obteniendo cuatro oscars, mejor vestuario, música, guión y película. También obtuvo galardones importantes como Globos de Oro, BAFTA, e incluso Ian Holm se llevó ese año el premio de mejor actor de reparto en el festival de Cannes. Un curriculum aplastante que ha ayudado mucho a mantener la popularidad del largometraje.

El título es una referencia al ascenso del profeta Elías a los cielos, que la Biblia dice que se produce en un carro de fuego. Tiene su sentido, ya que la religión estará presente a lo largo del film.

El principio es uno de los peros que yo pongo, ya que hay dos flashbacks que no vienen a cuento y sólo sirven para embarullar la presentación de los personajes. En esos primeros minutos está la mítica escena de los británicos corriendo por la playa con la música de Vangelis de fondo.



La película avanza mostrando el camino a las olimpiadas de los británicos Eric Liddell, Harold Abrahams, y en menor medida Andrew Lindsay. Ese itinerario, nos muestra su amistad, sus motivaciones, sus complejos y su manera de entender aspectos de sus vidas como la religión y el atletismo. Sin duda este es uno de los puntos fuertes de “Carros de Fuego”, ya que estas circunstancias se suelen presentar de una manera muy superficial en las películas deportivas.

El director Hugh Hudson ya tenía experiencia en la temática deportiva, ya que realizó el año anterior a este rodaje un documental sobre la figura de Juan Manuel Fangio, el piloto argentino cinco veces campeón mundial de Fórmula 1. “Charriots of Fire” fue su primer largo, y como también pasa con algunos cantantes o grupos musicales, quedó sepultado por su propio éxito, ya que en los 35 años que han seguido a esta película, Hudson sólo ha dirigido ocho películas, de inferior calidad y popularidad todos ellas, a pesar de que en casi todos sus proyectos ha contado con actores y actrices de relumbrón. Quizás su siguiente título más conocido sea “Greystoke, la Leyenda de Tarzán”.

Los actores han llevado carreras diferentes: Ben Cross (Harold Abrahams) se ha labrado una fructífera carrera con algunos éxitos comerciales, si bien la calidad de los títulos en los que ha participado no es muy alta en el cine. En televisión ha aparecido en dos buenas series en los últimos años como “The Strain” y “.Banshee”. Ian Charleson (Eric Liddell) murión e 1.990 a causa del Sida lo que hace que su carrera sea mucho más corta. Repitió con Hudson en “Greystoke”, y participó en otra película muy oscarizada como Gandhi. Se centró más en su carrera teatral donde intervino en muchas obras de Sakespeare. Nigel Havers (Andrew Lindsay) tuvo en los ochenta un par de oportunidades más con “pasaje a la India” y “El Imperio del Sol”, pero poquito más ha hecho posteriormente.

El guión firmado por Collin Weland tiene virtudes como la disección de personajes, y también defectos como alguna redundancia y un exceso de licencias narrativas, ya que algunas ayudan a hacer más entretenida la historia pero otras no aportan absolutamente nada. Destaca también por su trabajo de documentación, como ejemplo,  los dorsales y calles de las Olimpiadas de París se respetan totalmente.

Quizás el mayor mérito de la película consista en la diferenciación de los caracteres de los atletas, y en el fondo en la moraleja de que se puede ser competitivo partiendo de motivaciones y compromisos diferentes. Los tres corredores reflejan los mayores estereotipos de los atletas de competición:

            -Abrahams es un joven ambicioso, que se transtorna con las derrotas y que está dispuesto a hacer lo que haga falta para ganar, por lo que tiene que ir mejorando en su gestión de la derrota, métodos de entrenamiento…. “Yo no corro para ser derrotado” dice, a lo que su novia contesta: “Pero si no corres no puedes ganar”. Irá mejorando esa faceta hasta ser capaz de recuperarse de una derrota sin medalla en la final de 200 para imponerse posteriormente en el 100. En ese camino pondrá todos los medios, incluida la contratación de un entrenador profesional, o el estudio minucioso de sus rivales, cosa nada fácil en la época. Es un auténtico estajanovista y en el atletismo tiene su parcela para subir una autoestima baja debido a que es judío y se siente siempre peor trtado por ello.


            -Liddell  Paradigma del talento. Antes que atleta fue internacional por Escocia en rugby, llegando a jugar en dos torneos Cinco Naciones, aunque esto no sale en la película. A pesar de que en París corre 200 y 400. En 1.923 estableció el record británico de las 100 yardas (90 metros) dejándolo en 9,6 y en 400 llegó a tener 47,6 que s una marca asombrosa para la época. Esto habla de lo completo que era.  Como en muchos corredores, su motivación era externa. Él corría para complacer a Dios. “Dios me hizo rápido por un motivo; para complacerle”. Otros atletas corren por su familia, por dinero, por evadirse de problemas…  Las claves de su motivación eran contrarias a las de Abrahams.


            -Lindsay. Personaje por debajo de los dos anteriores en cuanto a su peso en el largometraje, pero para mi capital para redondear la historia. Es el único que corre por diversión, porque realmente correr le hace feliz, es más le hace feliz hacerlo con sus amigos. Se ve desde el intento de Abrahams por batir el record de Cambridge al principio de la película, hasta la renuncia al 400 al final del largometraje para que corra Liddell, lo cual no es del todo cierto en la realidad. No prestaba demasiada atención a los resultados, y es el que menos ego tiene de los tres.

En lo que es el tema atlético, se elige la Olimpiada de París que paradójicamente es la que marca el fin del dominio británico en el olimpismo, y dentro del atletismo. Sólo los velocistas dan la cara. Aun con esto, se rehuye demasiado la derrota, ya que no se cita la final de 200 que es la única en la que Liddell y Abrahams se ven las caras directamente. En esta prueba el oro y la plata fueron para Scholtz y Paddock, y el bronce para Liddell.

La renuncia a horas de correr de Liddell al 100 es una licencia narrativa creo que innecesaria, ya que eso se supo mucho antes, y desde luego no fue por motivos religiosos ya que el escocés disputó muchas pruebas en domingo a lo largo de su carrera.

Los métodos de entrenamiento de Abrahams, los más profesionales, me dejan muchas dudas de su veracidad, ya que hay pocos datos sobre los entrenos de velocidad de la época. Sin duda la escena más llamativa es la de Lindsay que se pone vallas en su casa con una copa de champán e intenta no derramar ni una gota. Esto también es una licencia, pero en este caso sirve para explicar el carácter del futuro lord inglés.

Me gustaría destacar también esa brevísima referencia al ídolo de París, “el finlandés volador” Paavo Nurmi que consiguió cinco oros en las pruebas de fondo. En “Carros de Fuego” aparece cruzando la meta en la prueba de obstáculos como ganador. En esta prueba acaba sexto el narrador de la película, íntimo amigo de Abrahams, Aubrey Montague al que vemos caerse en un obstáculo.

Muy logrado también está el clima precompetitivo en un vestuario que se nos muestra antes de la final de los 100 m, donde se respira tensión silencio y concentración.  Así como la preparación en la salida, donde los atletas contaban con su paleta para escarbar un agujero en la tierra donde apoyar el pie para obtener más impulso en la salida. Ahora los tacos de metal se encargan de eso.

En “Charriots of Fire”  hay números musicales incluidos en la historia, que a diferencia de otras producciones, además de para el entrenamiento y la competición, se emplean para explicar la camaradería y el espíritu de equipo. Más habitual es el uso de la cámara lenta en el transcurso de las carreras.

Posturas diferentes también bien planteadas se ven en dos cuestiones mayores a lo largo del film. Por un lado la religión y por otro el profesionalismo.

Respecto a la segunda cuestión. La sociedad de los años 20, y la de bastante tiempo después, ve el deporte como un complemento de la formación del espíritu. El deporte todavía era patrimonio de  militares y caballeros. En décadas sucesivas servirá como medio para progresar socialmente. Si bien es cierto que tener una actitud profesional no significa serlo, no lo es menos que el dinero ha hecho que en muchos casos el deporte pierda su auténtica esencia y su sentido. En eso años 20 también se defiende la no renuncia a la vida social por la competición; los olímpicos ingleses beben y fuman.

Así pues “Carros de Fuego” es de visionado imprescindible para los aficionados del atletismo y el running, una película algo sobrevalorada como obra artística, aunque es de una calidad muy notable, pero de incalculable valor para conocer el atletismo de una época tan lejana y carente de testimonios y documentación.












No hay comentarios:

Publicar un comentario