Demasiadas veces me he encontrado a algún conocido por
casualidad, que me ha dicho que había empezado hace poco a correr, y que con el
tiempo, llevaba idea de correr una maratón. Es un gran error empezar en el
raunning con los 42.195 m
metidos entre ceja y ceja. Yo he hecho atletismo durante años, he estado en un
peso óptimo, y siempre he considerado que era una distancia mítica. Pero con
todo eso nunca me he sentido lo suficientemente preparado para afrontar esta
prueba.
Tengo que deciros a los que empezáis, que igual que el
cuerpo lo tenemos que poner en marcha poco a poco y sin prisas, con la cabeza
pasa lo mismo. Si os planteáis la maratón como objetivo, aunque sea en un plazo
no muy corto, inconscientemente comenzaréis a quemar etapas, lo cual os puede
provocar lesiones, decepciones ( la progresión puede no ser la esperada) y
cierta desmotivación ya que los entrenamientos para afrontar esta carrera son
de un nivel de exigencia brutal en lo mental y en lo físico. También tendréis
que luchar con recuperaciones de mentira, ya que no penséis que después de ocho
horas de sueño os vais a levantar sin dolores en las piernas, espalda o donde
proceda con un entrenamiento de maratón el día anterior.
Os expongo aquí una serie de principios que creo
fundamentales para poder aafrontar una maratón con garantías de éxito y sin
comprometer vuestra salud.
-Hay que
seguir el orden: 5K, 10K, media maratón... y correr varias veces en esas distancias inferiores
-Nuestro
peso tiene que hacerse idóneo para poder entrenar con la dureza que se exige
reduciendo el número de lesiones, además de soportar la competición entera
-Hay que
sacar 3-4 sesiones de trabajo como mínimo para afrontar este reto con
garantías.
-Hay que ser constante. Es
imposible mejorar en cada entreno, y sobre todo ante el trabajo duro, cualquier
cosa repercute: Haber comido poco, haber dormido poco, nuestras preocupaciones
personales o alguna molestia física. Una mala semana no quiere decir que no
estemos mejorando o que no llevemos la planificación correcta, ya que a veces
el propio cuerpo reduce sus prestaciones para recuperarse mejor.
-Ponerse en manos de un
entrenador con el que mantengamos un trato regular y conozca de primera mano
nuestras posibilidades. Ésta ya es una prueba muy seria, y desde luego que hay
planes de entrenamiento en internet muy fiables, y que en la mayoría de los
casos están hechos por gente profesional, pero un entrenador es decisivo en el
tema de la motivación y en saber cambiar una planificación sobre la marcha si
ésta no funciona. Sobre todo porque al conocer de primera mano al atleta, sabe
donde hay que modificar ciertos planteamientos.
-No sigáis a pies juntillas una
planificación por el hecho de que la siga un amigo que corre parecido. Si bien
podréis trabajar juntos varias sesiones a la semana, seguro que tendréis
aspectos a mejorar diferentes, y eso requiere que por lo menos un entreno
semanal sea individualizado. Puede que vosotros necesitéis más resistencia, y
vuestro amigo trabajar más la fuerza.
-Nunca entrenaréis en la
distancia de competición, así que si en la carrera continua notáis dolores
crecientes, ya sean musculares o articulares, debéis aplazar el objetivo, ya os
digo que a diferencia de distancias inferiores, es un volumen que nunca hacemos
entrenando, así pues si físicamente tenemos molestias determinadas, es mejor
aplazar la fecha de competición hasta que asimilemos mejor el entrenamiento.
-Haceros un reconocimiento, ya
que el corazón estará sometido durante un largo periodo de tiempo a un gran
trabajo, y es bueno saber si realmente, y sobre todo a cierta edad, puede
desempeñarlo con éxito.
En mi opinión el tiempo que debe transcurrir para que una
persona haga una maratón sin haber corrido anteriormente o viniendo de hacer
deporte uno o dos días por semana no debe ser inferior a tres años. Eso si todo
va bien respecto a lesiones y asimilación. Hablo de plazos para mí muy justos,
no pasa nada si os cuesta más.
Habrá quien me diga que en menos ha corrido una maratón y no
lo dudo, pero de lo que yo hablo es de minimizar riesgos, de disfrutar dentro
de lo que es correr 42
kilómetros, y de que después de correrlos seamos capaces
de, tras un periodo de regeneración,volver a entrenar con normalidad
Sin duda estamos ante la película más emblemática y premiada
que tiene como temática el mundo del atletismo. Por ello tiene una legión de
admiradores, pero también una buena cantidad de detractores. Estoy más con los
primeros que con los segundos, pero pienso que está algo sobrevalorada.
“Charriots of Fire” nos describe la preparación y actuación
de los atletas británicos en las Olimpiadas de París de 1.924. Se estrenó en
1.981 obteniendo cuatro oscars, mejor vestuario, música, guión y película.
También obtuvo galardones importantes como Globos de Oro, BAFTA, e incluso Ian
Holm se llevó ese año el premio de mejor actor de reparto en el festival de
Cannes. Un curriculum aplastante que ha ayudado mucho a mantener la popularidad
del largometraje.
El título es una referencia al ascenso del profeta Elías a
los cielos, que la Biblia
dice que se produce en un carro de fuego. Tiene su sentido, ya que la religión
estará presente a lo largo del film.
El principio es uno de los peros que yo pongo, ya que hay
dos flashbacks que no vienen a cuento y sólo sirven para embarullar la
presentación de los personajes. En esos primeros minutos está la mítica escena
de los británicos corriendo por la playa con la música de Vangelis de fondo.
La película avanza mostrando el camino a las olimpiadas de
los británicos Eric Liddell, Harold Abrahams, y en menor medida Andrew Lindsay.
Ese itinerario, nos muestra su amistad, sus motivaciones, sus complejos y su
manera de entender aspectos de sus vidas como la religión y el atletismo. Sin
duda este es uno de los puntos fuertes de “Carros de Fuego”, ya que estas
circunstancias se suelen presentar de una manera muy superficial en las
películas deportivas.
El director Hugh Hudson ya tenía experiencia en la temática
deportiva, ya que realizó el año anterior a este rodaje un documental sobre la
figura de Juan Manuel Fangio, el piloto argentino cinco veces campeón mundial
de Fórmula 1. “Charriots of Fire” fue su primer largo, y como también pasa con
algunos cantantes o grupos musicales, quedó sepultado por su propio éxito, ya
que en los 35 años que han seguido a esta película, Hudson sólo ha dirigido
ocho películas, de inferior calidad y popularidad todos ellas, a pesar de que
en casi todos sus proyectos ha contado con actores y actrices de relumbrón.
Quizás su siguiente título más conocido sea “Greystoke, la Leyenda de Tarzán”.
Los actores han llevado carreras diferentes: Ben Cross
(Harold Abrahams) se ha labrado una fructífera carrera con algunos éxitos
comerciales, si bien la calidad de los títulos en los que ha participado no es
muy alta en el cine. En televisión ha aparecido en dos buenas series en los
últimos años como “The Strain” y “.Banshee”. Ian Charleson (Eric Liddell)
murión e 1.990 a
causa del Sida lo que hace que su carrera sea mucho más corta. Repitió con
Hudson en “Greystoke”, y participó en otra película muy oscarizada como Gandhi.
Se centró más en su carrera teatral donde intervino en muchas obras de Sakespeare.
Nigel Havers (Andrew Lindsay) tuvo en los ochenta un par de oportunidades más
con “pasaje a la India”
y “El Imperio del Sol”, pero poquito más ha hecho posteriormente.
El guión firmado por Collin Weland tiene virtudes como la
disección de personajes, y también defectos como alguna redundancia y un exceso
de licencias narrativas, ya que algunas ayudan a hacer más entretenida la
historia pero otras no aportan absolutamente nada. Destaca también por su
trabajo de documentación, como ejemplo,
los dorsales y calles de las Olimpiadas de París se respetan totalmente.
Quizás el mayor mérito de la película consista en la diferenciación
de los caracteres de los atletas, y en el fondo en la moraleja de que se puede
ser competitivo partiendo de motivaciones y compromisos diferentes. Los tres
corredores reflejan los mayores estereotipos de los atletas de competición:
-Abrahams
es un joven ambicioso, que se transtorna con las derrotas y que está dispuesto
a hacer lo que haga falta para ganar, por lo que tiene que ir mejorando en su
gestión de la derrota, métodos de entrenamiento…. “Yo no corro para ser
derrotado” dice, a lo que su novia contesta: “Pero si no corres no puedes
ganar”. Irá mejorando esa faceta hasta ser capaz de recuperarse de una derrota
sin medalla en la final de 200 para imponerse posteriormente en el 100. En ese
camino pondrá todos los medios, incluida la contratación de un entrenador
profesional, o el estudio minucioso de sus rivales, cosa nada fácil en la época.
Es un auténtico estajanovista y en el atletismo tiene su parcela para subir una
autoestima baja debido a que es judío y se siente siempre peor trtado por ello.
-Liddell Paradigma del talento. Antes que atleta fue
internacional por Escocia en rugby, llegando a jugar en dos torneos Cinco
Naciones, aunque esto no sale en la película. A pesar de que en París corre 200
y 400. En 1.923 estableció el record británico de las 100 yardas (90 metros) dejándolo en
9,6 y en 400 llegó a tener 47,6 que s una marca asombrosa para la época. Esto
habla de lo completo que era. Como en
muchos corredores, su motivación era externa. Él corría para complacer a Dios.
“Dios me hizo rápido por un motivo; para complacerle”. Otros atletas corren por
su familia, por dinero, por evadirse de problemas… Las claves de su motivación eran contrarias a
las de Abrahams.
-Lindsay.
Personaje por debajo de los dos anteriores en cuanto a su peso en el
largometraje, pero para mi capital para redondear la historia. Es el único que
corre por diversión, porque realmente correr le hace feliz, es más le hace
feliz hacerlo con sus amigos. Se ve desde el intento de Abrahams por batir el
record de Cambridge al principio de la película, hasta la renuncia al 400 al
final del largometraje para que corra Liddell, lo cual no es del todo cierto en
la realidad. No prestaba demasiada atención a los resultados, y es el que menos
ego tiene de los tres.
En lo que es el tema atlético, se elige la Olimpiada de París que
paradójicamente es la que marca el fin del dominio británico en el olimpismo, y
dentro del atletismo. Sólo los velocistas dan la cara. Aun con esto, se rehuye
demasiado la derrota, ya que no se cita la final de 200 que es la única en la
que Liddell y Abrahams se ven las caras directamente. En esta prueba el oro y
la plata fueron para Scholtz y Paddock, y el bronce para Liddell.
La renuncia a horas de correr de Liddell al 100 es una
licencia narrativa creo que innecesaria, ya que eso se supo mucho antes, y
desde luego no fue por motivos religiosos ya que el escocés disputó muchas
pruebas en domingo a lo largo de su carrera.
Los métodos de entrenamiento de Abrahams, los más
profesionales, me dejan muchas dudas de su veracidad, ya que hay pocos datos
sobre los entrenos de velocidad de la época. Sin duda la escena más llamativa
es la de Lindsay que se pone vallas en su casa con una copa de champán e
intenta no derramar ni una gota. Esto también es una licencia, pero en este
caso sirve para explicar el carácter del futuro lord inglés.
Me gustaría destacar también esa brevísima referencia al
ídolo de París, “el finlandés volador” Paavo Nurmi que consiguió cinco oros en
las pruebas de fondo. En “Carros de Fuego” aparece cruzando la meta en la
prueba de obstáculos como ganador. En esta prueba acaba sexto el narrador de la
película, íntimo amigo de Abrahams, Aubrey Montague al que vemos caerse en un
obstáculo.
Muy logrado también está el clima precompetitivo en un
vestuario que se nos muestra antes de la final de los 100 m, donde se respira
tensión silencio y concentración. Así
como la preparación en la salida, donde los atletas contaban con su paleta para
escarbar un agujero en la tierra donde apoyar el pie para obtener más impulso
en la salida. Ahora los tacos de metal se encargan de eso.
En “Charriots of Fire”
hay números musicales incluidos en la historia, que a diferencia de
otras producciones, además de para el entrenamiento y la competición, se
emplean para explicar la camaradería y el espíritu de equipo. Más habitual es
el uso de la cámara lenta en el transcurso de las carreras.
Posturas diferentes también bien planteadas se ven en dos
cuestiones mayores a lo largo del film. Por un lado la religión y por otro el
profesionalismo.
Respecto a la segunda cuestión. La sociedad de los años 20,
y la de bastante tiempo después, ve el deporte como un complemento de la
formación del espíritu. El deporte todavía era patrimonio de militares y caballeros. En décadas sucesivas
servirá como medio para progresar socialmente. Si bien es cierto que tener una
actitud profesional no significa serlo, no lo es menos que el dinero ha hecho
que en muchos casos el deporte pierda su auténtica esencia y su sentido. En eso
años 20 también se defiende la no renuncia a la vida social por la competición;
los olímpicos ingleses beben y fuman.
Así pues “Carros de Fuego” es de visionado imprescindible
para los aficionados del atletismo y el running, una película algo
sobrevalorada como obra artística, aunque es de una calidad muy notable, pero
de incalculable valor para conocer el atletismo de una época tan lejana y
carente de testimonios y documentación.
En el atletismo de distintos niveles es ya muy difícil
obtener una gran marca corriendo en solitario. Igual de complicado es corriendo
con rivales de la misma entidad, ya que ir en cabeza de un grupo supone un
desgaste que en la mayoría de los casos se paga con un mal crono o un puesto
por debajo de lo esperado.
En competiciones de máximo nivel se comenzó a usar liebres
en la década de los cincuenta. Roger Bannister (primer atleta en bajar de
cuatro minutos en una milla) de hecho contó con ellas a lo largo de su carrera.
Hoy son prácticamente imprescindibles en el atletismo de alto nivel para lograr
marcas de gran calidad. Incluso en competiciones por países, sobre todo en las
carreras de fondo, grandes estrellas como Morcelli o El Gerroug, han hecho uso
de sus paisanos para limpiar las carreras y no verse abocados a la lotería del
último 400.
Con el auge del running el uso de liebre se ha extendido a
las carreras populares, si bien de una manera muy distinta, ya que no se utilizan
para llevar a la cabeza de carrera, si no para llevar los ritmos adecuados para
que corredores normales consigan mejorar sus marcas teniendo una referencia. En
las 10 K por ejemplo suele haber liebres para 40 minutos y de ahí de cinco en
cinco..
La cuestión de las liebres siempre ha estado a debate.
Algunos consideran que alteran la pureza de la competición, y no deberían estar
permitidas, otros que no deberían optar a la victoria así como los que las
consideran un corredor más y por ello con derecho a optar a cualquier premio.
Mi opinión depende del escenario más que de la función que
realiza una liebre. Me parece comprensible su existencia en la alta
competición, incluso más justificable en los grandes eventos por países, donde
se ha criticado el uso de atletas de segunda fila para esta labor. Lo veo con
más sentido porque al fin y al cabo el corredor en cuestión se ha clasificado
para una final, que normalmente termina, y de manera oficial no cobra por ese
trabajo. En mitines la liebre sabemos de antemano que no va a terminar, por lo
que cobra por alterar la carrera, es alguien que no tiene intención de cruzar
la meta, lo que éticamente es cuestionable. Ahora bien no me parece mal en
absoluto el uso de front-runners en este tipo de pruebas, ya que se da un mayor
espectáculo, pudiendo competir en grandes marcas.
Es en las carreras populares donde no me gusta la presencia
corredores que marquen un ritmo por varias razones.
La primera es que en muchas de las competiciones el corredor
encargado de marcar un ritmo es un atleta de prestigio, por lo que la
organización le paga en algunos casos una cantidad de dinero por ir muy por
debajo de sus posibilidades. Pagar a un atleta de élite por correr poco no me
parece algo muy popular. De esta manera se promociona más la marca publicitaria
que lleva a cabo el evento que la propia carrera. Es decir aquí hay un objetivo
de fondo que está por encima de aquelllo que nos venden de ayudar a la gente a
marcarse su ritmo etc, etc.
La segunda es el escalón de tiempos. Cinco minutos es algo
muy amplio. Por ejemplo, Tu marca es 48 minutos, pero has entrenado mejor que
cuando conseguiste tu marca, aunque no por mucho. Lógicamente el corredor en
cuestión intentará salir a ritmo de la liebre de 45 aunque piense que está para
hacer 47. Se dirá frases como: “dos minutos no es tanto”, “aguanto lo que pueda
y luego cojo mi ritmo”…. Pero lo cierto es que esas cosas no suelen pasar, y
muchos no logran mejorar en la competición paradójicamente por excederse
tratando de seguir a la liebre.
La tercera por la que no estoy a favor de liebres en
carreras populares tiene más que ver con la mística con la que entiendo yo el
mundo del running.
Entiendo que correr sin un afán competitivo es un acto de
libertad, de fundirte con la naturaleza, de conocer tu cuerpo y guiarte por tus
sensaciones. Eso no quiere decir que vayamos a ciegas, como ya he escrito en
alguna ocasión no hay que ser esclavo del crono, pero si ayudarse de él para
conocernos mejor. Por eso mi filosofía runner es salir a superarse disfrutando,
optar por un ritmo, por el conocimiento de tu cuerpo, saber meterte en el grupo
que te interese e ir a relevos, o aguantar ahí como se pueda. Tanta tecnología
y ayuda exterior no van con mi manera de entender esto.
Así que amigos, igual que sacamos a nuestro perro normal y
corriente al parque sin una liebre a la que dar caza, sólo los canes entrenados
para ello las persiguen en sus competiciones, y nos contentamos con que vayan a
buscar un objeto que lanzamos, y sin meterles prisa y presión para ello. Salgamos
a correr a nuestro libre albedrío y dejemos las liebres para los galgos.