La frase de los mejores juegos de la historia era
impronunciable en la ceremonia de clausura. En mi opinión, los peores juegos en
cuanto a organización y ambiente que yo he presenciado. Y con el fantasma del
dopping más presente que nunca.
Podemos empezar por el transporte, algo que tiene lagunas en
todos los juegos pero que esta vez ha sido bochornoso. Lo de periodistas
comiéndose atascos y a veces llegando tarde a cubrir un evento está mal y ya
sería motivo de crítica. Pero es que lo de deportistas que no llegaban a tiempo
a sus competiciones y que eso ha hecho que no se respetará el horario no lo
había oído nunca. Aunque esto no deje de ser fallar en lo más difícil.
Otro tema sería el de las instalaciones, algunas sin terminar.
Tampoco es la primera vez que pasa, si bien ha habido algún caso que ha debido
ser sangrante, como el lamentable estado del pabellón de gimnasia rítmica,
aunque eso sólo se ha visto en redes sociales que no es poco. Lo que todos sí
hemos visto es el agua verde de las piscinas de waterpolo y natación
sincronizada, así como la plataforma de salida de las pruebas natatorias en
aguas abiertas partida e inutilizable. En este último caso no entiendo porque
no había otra preparada, que no es algo tan costos.
Estos juegos han sido sin duda los que han registrado peor
entrada que yo recuerde y por mucho. Sin duda los elevados precios y la
cantidad de oferta deportiva son una traba muy grande para llenar los estadios,
pero aquí hay otras variables que influyen como los compromisos de la
organización con los patrocinadores. Esta costumbre de regalar entradas está
haciendo cada vez más daño al deporte de asistencia masiva. He tenido el placer
de asistir a eventos de varios deportes de índole europea y mundial y muchas
veces los huecos que se ven son los destinados a estas empresas colaboradoras.
De hecho se ha comentado que en Río muchas veces había estadios vacíos pero que
sin embargo se colgaba el cartel de entradas agotadas. Por supuesto hay que
premiar a los colaboradores de estos eventos, pero creo que se debería obligar
a devolver las entradas no utilizadas, o en su defecto a pagarlas. También hay
que señalar que el poder adquisitivo de los residentes en Río no es el de otras
grandes ciudades, lo que hacía muy difícil su asistencia a muchos eventos., y tampoco
el gobierno del país y la ciudad ayudaron mucho, ya que no se dieron fiestas
laborales ni escolares. En Sidney por ejemplo se hizo y fue una medida
acertada.
Por otro lado, hay que mirar el lado positivo de la baja
asistencia, Ya que con más espectadores, el nivel de mala educación que hemos
visto sin duda se hubiera visto incrementado. No tengo palabras para expresar
la vergüenza ajena que he sentido en varios de los acontecimientos que he
visto, especialmente en la final y entrega de medallas del salto con pértiga.
Se puede ser un público caliente y que apoye a sus deportistas
incondicionalmente y a la vez educado y respetuoso con los rivales. Esto no ha
sido así. Cosas como esta me hacen pensar que a las Olimpiadas hay que
cambiarlas de nombre, porque de los ideales primeros ya queda muy poco,
empezando por la profesionalización de los participantes en la mayoría de los
casos y por la poca atención que se da al deporte como valor de vida y como
complemento a actividades como el trabajo y los estudios.
Creo que tampoco han sido los mejores juegos en las
comunicaciones. Se ha cuidado muy poco la calidad en la transmisión de datos
por televisión. Centrándome en el atletismo decir que ha habido un montón de
errores en las marcas; se han confundido mejores registros personales, con
marcas del año y calificación. En las clasificaciones facilitadas al espectador
sólo figuraban los records olímpico o mundial si se batían. No se reflejaban
records de área o nacionales así como marcas personales. Lo de que faciliten en
las carreras tiempos de paso sobre record del mundo pasó a mejor vida. No
entiendo como todo esto que se hacía en los 80 y los 90 no se haya hecho en
estos juegos, con la mejora tecnológica que además ha habido en los últimos 20
años.
Así pues esperemos que Tokio nos quite este sabor agridulce
que nos han dejado estos juegos de Río.